jueves, 10 de septiembre de 2009

Siete artículos

ELVIRA LINDO
Educación
ELVIRA LINDO 09/09/2009
No se desaliente: no tenemos la educación pública que quisiéramos (a pesar de la aireada campaña "ni un niño sin ordenador") pero usted puede enseñar a su hijo a no despreciar el conocimiento. No se desanime: es probable que la buena educación le haga sentir a su hijo como un raro en determinados ambientes, pero superados esos desajustes no habrá en el futuro estrés postraumático. No deje para otros lo que puede hacer usted; no tiene por qué esperar, por ejemplo, a que en los colegios se enseñe a comer saludablemente; sienta como una vergüenza personal que en un país mediterráneo como el nuestro haya niños obesos; actúe, no es tan difícil, se trata sólo de enseñarles a comer como Dios. No se acompleje; no pasa nada porque vigile de cerca a su hijo adolescente, se ha hecho toda la vida sin pensar que se atentaba contra ningún derecho fundamental. No tenga miedo a racionar la televisión. No tenga miedo a asomarse a la habitación de su hijo, no se trata de espiar sino de proteger. No quiera ser como su hijo, no se juvenilice, él necesita sentir que está guiado por adultos. No tema decirle que está en contra del botellón y de los encierros, es bueno que él sepa lo que usted los detesta. Y por supuesto, no se apunte a un encierro por acompañar al niño, ahí sí que está usted perdiendo la cabeza y adiestrándole en la brutalidad. Hágale saber que tiene deberes con la sociedad, y si no quiere usar la palabra "sociedad", por ser algo abstracta, hágale saber que tiene deberes con seres concretos. No se deje estafar por esta especie de catastrofismo que nos arroja a pensar que, como todo es un desastre, nosotros, individualmente, no podemos hacer nada. Su desánimo tiene un componente de imperdonable pereza: si ha tenido hijos, sea padre, sea madre. ¡Ejerza! La mejor herencia que podemos dejar en este mundo grosero es la buena educación.


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Las rayas de la cebra

Verónica Murguía

La emergencia

Una de las características más desagradables del carácter nacional es la falta de disposición de muchos individuos para hacer algo en beneficio de todos. Esta característica es muy acusada y suele aparecer en la niñez. El “¿y yo por qué?” es una frase muy socorrida. Se suele acompañar de “no soy su gato” y babosadas afines. Cualquiera que tenga dos dedos de frente se dará cuenta de que revela una falta de civismo abominable.

El “y yo por qué” ha tenido, palabras más palabras menos, su momento presidencial en boca de Vicente Fox, en el ya célebre “¿y porqué a mí?” que podría ser, de su catálogo de burradas, la más significativa. Cuando la profirió tuve la ilusión momentánea de que alguien lo demandara por incumplimiento de contrato, pues el hombre demostraba que ni trabajaba, ni se merecía un peso del sueldo. Pero junto con esa especie de proclividad al deslinde, los mexicanos tenemos enormes reservas de paciencia. La combinación es pésima.

El “¿por qué yo?” está detrás de cada pañal hecho bolita que afea el arriate: “¿Por qué tengo que ser yo una ciudadana que se preocupe por la higiene y por no dejar la caca de mi hijo donde sea? Que lo recojan/limpien, otros.” En ese momento una minúscula victoria alegra el corazón de la señora cochina. Igual sucede en el alma bárbara de quien se pasa el alto: “ Que se frieguen y ábranla que lleva bala ¿por qué me voy a esperar a que aparezca la luz verde?”; de quien no le jala al excusado en el baño público, gesto inmundo que además obliga a otros a mirar lo que nadie más debe ver; de quien hace negocios ilegales: “¿Por qué debo abstenerme de destruir ecosistemas por dinero? Que se aguanten las generaciones venideras”; de quien, en fin, pasa sobre el derecho ajeno porque si no, se siente burlado.


¿Burlado por quién? Ahí está El laberinto de la soledad, de Octavio Paz para contestarlo: yo sospecho que es una especie de trauma histórico: los mexicanos hemos soportado tantas burlas, sobre todo de quienes nos gobiernan, que muchos sienten que cualquier momento es bueno para tomar revancha, así sea estacionándose en segunda fila. Pero esas revanchas no sirven de nada: no mejoran la vida del incivil que las ejecuta y mucho menos del pobre que se queda encerrado; son inútiles.

Pero en el asunto del agua, más nos valdría entender esto: quien la tira, la desperdicia y se ríe, se está metiendo en la misma camisa de once varas en la que ya están aprisionados los habitantes de muchos barrios capitalinos. El agua es de todos y el dueño de la alberca –no conozco a nadie en el DF que tenga alberca, pero que los hay, los hay– debería clausurarla si es de uso privado; todos deberíamos usar aceite en spray para que no tengamos que usar mil litros para arrancar medio kilo de chorizo requemado del sartén; deberíamos usar galopinas para limpiar los platos, champú de los que sirven al mismo tiempo como enjuague, ahorradores de agua en el fregadero y la regadera, regar de noche, no limpiar la acera con agua limpia, cerrarle, como decía el anuncio, mientras nos enjabonamos, tener una cubeta en la regadera para recolectar el agua que cae mientras esperamos a que se caliente, y por favor no medite sobre los problemas nacionales mientras se baña, porque eso es malgastar el agua en una ciudad que se muere de sed.

Si yo fuera Marcelo Ebrard, cobraría impuestos especiales a los dueños de los campos de golf, de residencias que tengan jardines grandes, a la gente, en fin, que gasta agua como si viviera en Finlandia. Me dejaría de playas artificiales y pistas de patinaje y usaría el agua que se desperdicia y me vale que me acusen de aguafiestas en estas diversiones, para equipar una flota de pipas que llevaran agua potable a Iztapalapa. Crearía una partida especial para que en el Poli y la UNAM inventaran plantas tratadoras portátiles y multaría con mil salarios mínimos a quienes tengan fugas y no las reporten.

Para quien crea que no es para tanto, una sugerencia: tome su teléfono o una cámara y vaya a un estadio de futbol. Después del partido, métase al baño y tómele una foto a cualquiera de los excusados: si alguna duda tenía, espero que la feísima visión que podrá mirar en la foto lo convenza. Si sigue desperdiciando el agua, así va a terminar el baño de su casa. Y no me salgan con “¿por qué yo?” Siempre habrá un salvaje que la desperdicie, pero mientras menos sean los inciviles, mejor. ¡Ya ciérrenle!

La Jornada Semanal, Septiembre 6 de 2009.


ROSA MONTERO
Metafísica
ROSA MONTERO 08/09/2009
Últimamente las personas que conozco parecen estar adquiriendo la malísima costumbre de morirse, cosa que te hace percibir con especial agudeza la naturaleza fugitiva de las cosas. Que nuestra existencia no dura apenas nada, y que incluso esa vidita minúscula está constantemente amenazada, es una inquietante certidumbre que nos empeñamos en olvidar.

Éste es el origen, me parece, de la incapacidad que mucha gente tiene para quedarse sola. Porque en la soledad, y en la silenciosa calma del pensamiento, puedes escuchar a la muerte tictaqueando en tu interior como el contador de un taxi, corre que te corre hacia el despeñadero. De ahí nuestra propensión universal a las drogas, al barullo y al movimiento constante: todo con tal de no saber, no recordar, no oír.

Y de ahí también, me supongo, el formidable triunfo de los teléfonos móviles, una tecnología perfecta para el aturdimiento. Un azote creciente, o al menos yo nunca lo había notado tanto como el pasado verano. Ibas caminando por el campo en algún lugar hermoso, remoto y solitario, y de pronto, en pleno momento zen, te cruzabas con otro paseante que llevaba la chicharra incrustada en la oreja. O bien veías a una pareja sentada en un café, frente al mar, en una romántica mesita, y al fijarte advertías que cada uno estaba telefoneando por su lado, tan juntos y tan solos, metiéndose en la cabeza todo el ruido posible para no escuchar el latido del tiempo. ¡Pero si incluso dicen que, mientras Michael Jackson agonizaba, su médico parloteaba por el móvil, y que por eso no se enteró de lo que le ocurría! No enterarse de nada, ésa es la ambición de nuestros tiempos. No pensar, no vaya a ser que, si piensas, termines recordando que eres mortal y haciendo la metafísica ramplona que yo acabo de perpetrar en este artículo. Ustedes disculpen.


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TRIBUNA: RAFAEL ARGULLOL
Disparad contra la Ilustración
RAFAEL ARGULLOL 07/09/2009
En los últimos tiempos, algunos de los mejores profesores abandonan precipitadamente la Universidad acogiéndose a jubilaciones anticipadas. Con pocas excepciones, las causas acaban concretándose en dos: el desinterés intelectual de los estudiantes y la progresiva asfixia burocrática de la vida universitaria. La mayoría de los profesores aludidos son gentes que en su juventud apostaron por aquel ideal humanista e ilustrado que aconsejaba recurrir a la educación para mejorar a la sociedad y que ahora se baten en retirada, abatidos algunos y otros aparentemente aliviados ante la perspectiva de buscar refugio en opciones menos utópicas.

El primero de los factores es objeto de numerosos comentarios desde hace dos o tres lustros. Un amigo lo resumía con contundencia al considerar que los estudiantes universitarios eran el grupo con menos interés cultural de nuestra sociedad, y eso explicaba que no leyeran la prensa escrita, a no ser que fuera gratuita, que no acudieran a libros ajenos a las bibliografías obligatorias o que no asistieran a conferencias si no eran premiadas con créditos útiles para aprobar cursos. Aunque podría matizarse la afirmación de mi amigo, en términos generales responde a una realidad antipática pero cierta, por más que todos los implicados en el circuito de la enseñanza reconozcan que no se trata de la mayor o menor inteligencia o sensibilidad de los universitarios actuales con respecto a generaciones precedentes, sino de otra cosa.

Esta "otra cosa" es lo que ha desgastado irreparablemente a los profesores que optan por marcharse a casa. Éstos no se han sentido ofendidos tanto por la ignorancia como por el desinterés. Es decir, lo degradante no ha sido comprobar que la mayoría de estudiantes desconocen el teorema de Pitágoras -como sucede- o ignoran si Cristo pertenece al Nuevo o al Antiguo Testamento -como también sucede-, sino advertir que esos desconocimientos no representaban problema alguno para los ignorantes, los cuales, adiestrados en la impunidad ante la ignorancia, no creían en absoluto en el peso favorable que el conocimiento podía aportar a sus futuras existencias.

Naturalmente, esto es lo descorazonador para los veteranos ilustrados, quienes, tras los ojos ausentes -más soñolientos que soñadores- de sus jóvenes pupilos, advierten la abulia general de la sociedad frente a las antiguas promesas de la sabiduría. Los cachorros se limitan a poner provocativamente en escena lo que les han transmitido sus mayores, y si éstos, arrodillados en el altar del novorriquismo y la codicia, han proclamado que lo importante es la utilidad, y no la verdad, ¿para qué preferir el conocimiento, que es un camino largo y complejo, al utilitarismo de laposesión inmediata? Sería pedir milagros creer que la generación estudiantil actual no estuviera contagiada del clima antiilustrado que domina nuestra época, bien perceptible en los foros públicos, sobre todo los políticos. Ni bien ni verdad ni belleza, las antiguallas ilustradas, sino únicamente uso: la vida es uso de lo que uno tiene a su alrededor.

Esta atmósfera antiilustrada ha penetrado con fuerza también en el organismo supuestamente ilustrado y, con frecuencia, anacrónico de la Universidad. Ahí podríamos identificar la otra causa del descontento de algunos de los profesores que optan por el retiro, originando, en el caso de los mejores, una auténtica sangría intelectual para la Universidad pública, cuyo coste social nadie está evaluando. A este respecto, la renovación universitaria ha sido sumamente contradictoria en estos últimos decenios. De un lado ha existido una notable voluntad de adaptación a las nuevas circunstancias históricas, con particular énfasis en ciertas tecnologías e investigaciones de vanguardia como la biogenética; de otro lado, sin embargo, las viejas castas universitarias, rancios restos feudales del pasado, han sido sustituidos por nuevas castas burocráticas, que predican una hipotética eficacia que muchas veces roza peligrosamente el desprecio por la vertiente científica y cultural de la Universidad. En los mejores casos, por consiguiente, los centros universitarios se aproximan al funcionamiento empresarial eficaz, y en los peores, a una suerte de academia de tramposos.

Lógicamente, ni unos ni otros resultan satisfactorios para el profesor que quería adaptar el credo ilustrado al presente. Si la Universidad pública se articula sólo con intereses empresariales, está condenada a aceptar la ley de la oferta y la demanda hasta extremos insoportables desde el punto de vista científico. Los estudios clásicos o las matemáticas nunca suscitarán demandas masivas ni estarán en condiciones de competir con las carreras más utilitarias. Pero el día en que el consumo de tecnología no suscite ya ninguna curiosidad por los principios teóricos que posibilitaron el desarrollo de la técnica y la Universidad se pliegue a esa evidencia, lo más coherente será rendirse definitivamente y olvidarse de que en algún momento existió algo parecido a un deseo de verdad.

Mientras esto no suceda, al menos definitivamente, el riesgo de una Universidad excesivamente burocratizada es el triunfo de los tramposos. No me refiero, desde luego, a los tramposos ventajistas que siempre ha habido, sino a los tramposos que caen en su propia trampa. La Universidad actual, con sus mecanismos de promoción y selectividad, parece invitar a la caída. En consecuencia, los jóvenes profesores, sin duda los mejor preparados de la historia reciente y los que hubiesen podido dar un giro prometedor a nuestra Universidad, se ven atrapados en una telaraña burocrática que ofrece pocas escapatorias. Los más honestos observan con desesperanza la superioridad de la astucia administrativa sobre la calidad científica e intentan hacer sus investigaciones y escribir sus libros a contracorriente, a espaldas casi del medio académico. Los oportunistas, en cambio, lo tienen más fácil: saben que su futura estabilidad depende de una buena lectura de los boletines oficiales, de una buena selección de revistas de impacto donde escribir artículos que casi nadie leerá y de un buen criterio para asumir los cargos adecuados en los momentos adecuados. Todo eso puntúa, aun a costa de alejar de la creación intelectual y de la búsqueda científica. Pero, ¿verdaderamente tiene alguna importancia esto último en la Universidad antiilustrada que muchos se empeñan en proclamar como moderna y eficaz?

Los veteranos profesores de formación humanista que últimamente abandonan las aulas creen que sí. Por eso se retiran. No obstante, es dudoso que su gesto tenga repercusión alguna. Para tenerla debería encontrar alguna resonancia en el entorno en que se produce. No es así. Nuestra Universidad, como nuestra escuela, es un mero reflejo. La sociedad en la que vivimos no sólo no tiene intención de compartir los ideales ilustrados, juzgados ilusorios e inservibles, sino que dispara contra ellos siempre que puede. Desde el escaño, desde la pantalla, desde el estudio, desde donde sea. El pensamiento ilustrado no ha demostrado que proporcionara la felicidad. Y esto se paga.


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Usted no está sano , está preenfermo
Un celo excesivo en la prevención lleva a tratar como pacientes a personas saludables - Al ampliar los márgenes de lo patológico, crece el número de enfermos y se dispara el gasto sanitario
GONZALO CASINO 08/09/2009
La línea que divide la salud de la enfermedad puede ser caprichosa y arbitraria. ¿Dónde está el límite entre la tensión normal y la hipertensión? ¿Qué niveles de azúcar en sangre debe tener una persona para ser considerada diabética? ¿Cuándo existe osteoporosis? La salud empieza y acaba donde acuerdan grupos de expertos médicos, que deciden de este modo quién está enfermo y precisa, por tanto, asistencia y tratamiento.

La línea que divide la salud de la enfermedad puede ser caprichosa y arbitraria. ¿Dónde está el límite entre la tensión normal y la hipertensión? ¿Qué niveles de azúcar en sangre debe tener una persona para ser considerada diabética? ¿Cuándo existe osteoporosis? La salud empieza y acaba donde acuerdan grupos de expertos médicos, que deciden de este modo quién está enfermo y precisa, por tanto, asistencia y tratamiento. Cualquier pequeño desplazamiento de esta línea hacia la normalidad puede significar más salud gracias a la prevención pero también millones de pacientes más y millones de euros en cuidados médicos y medicamentos. ¿Hasta qué punto los cambios están determinados por criterios únicamente médicos o por profesionales con intereses en la industria? Aunque los laboratorios farmacéuticos no son quienes definen las enfermedades, su influencia ha sido denunciada en múltiples estudios, informes y foros médicos.

"Las farmacéuticas no escriben las definiciones de las enfermedades, pero muchos médicos que las escriben lo hacen con bolígrafos que llevan el logotipo de un laboratorio. Hay demasiados médicos y paneles de expertos demasiado próximos a estas compañías", dice el profesor de la Universidad de Newcastle (Australia) y periodista Ray Moynihan, uno de los principales investigadores de las estrategias de los laboratorios para ampliar el número de enfermedades y enfermos.

Una manera de ampliar los límites de la enfermedad ha sido idear el concepto de "preenfermedad". Cuando se etiqueta a alguien como prehipertenso o prediabético es expulsado automáticamente del reino de los sanos, pues tiene que someterse a controles y quizá recibir tratamientos. Este planteamiento refuerza la prevención, y por eso es defendido por muchos médicos, pero tiene como contrapartida que muchas personas sanas son consideradas enfermas y que aumenta el gasto sanitario.

El concepto de preenfermedad encaja en las dolencias cuyo diagnóstico se basa en traspasar un límite medido con una prueba médica. Éste es el caso de la diabetes, la hipertensión o la osteoporosis. La definición de estos procesos se revisa con regularidad, pero la línea divisoria queda cada vez más cerca de la normalidad. Y los que se quedan cerca son etiquetados como preenfermos.

"Los gigantes farmacéuticos ya no se conforman con vender medicamentos a los enfermos", dice Moynihan. "Como saben en Wall Street, hay mucho dinero que ganar con tan sólo decir a los sanos que están enfermos". Esta mercantilización de la enfermedad es una de las caras de un fenómeno más general denominado medicalización de la vida.

Las farmacéuticas, obviamente, no ven así las cosas. "La industria no se inventa enfermedades; lo que hace es poner en marcha soluciones para tratarlas", afirma Julián Zabala, director de Comunicación de Farmaindustria. "Además, no hay que llamar enfermos a todos los que toman medicamentos, porque los pueden tomar de forma preventiva".

Antesala de la hipertensión La tensión arterial elevada no es una enfermedad propiamente dicha, aunque se trata como tal, sino un factor de riesgo de sufrir dolencias como una hemorragia cerebral. Es fácil entender que a mayor presión hay mayor riesgo de rotura de una arteria y de daño orgánico. Pero, ¿dónde empieza la hipertensión? La línea se ha trazado en 140 milímetros de mercurio para la tensión arterial sistólica o alta y en 90 para la diastólica o baja.

Pero algunos creen que estar cerca de estas cifras es también un riesgo a tener en cuenta. Y así surgió hace seis años el concepto de prehipertensión. En 2003, un panel de expertos de los Institutos Nacionales de la Salud (NIH) de EE UU elaboró el informe JNC7 que definía como prehipertensos a las personas con cifras de tensión sistólica de 120-139 o diastólica de 80-89. Así, de la noche a la mañana había millones de enfermos o preenfermos susceptibles de ser tratados. Hasta 2003, se consideraba que las personas con cifras de 120-129 de alta y/o 80-84 de baja tenían una tensión normal, y las personas con 130-139 y/o 85-89 tenían una tensión normal alta.

En principio, los prehipertensos no precisan fármacos (salvo quienes tienen otros factores de riesgo). Sin embargo, "esta nueva visión de la hipertensión arterial ha tenido tanto predicamento que la revista New England Journal of Medicine [la más influyente en medicina] ha llegado a publicar un trabajo sobre el tratamiento de la prehipertensión arterial", dice Alberto López García-Franco, médico de familia del centro de salud Doctor Mendiguchia Carriche de Leganés (Madrid).

Como documenta Ray Moynihan en su libro Medicamentos que nos enferman e industria farmacéuticas que nos convierten en pacientes (Terapias Verdes, 2006), casi todos los miembros de este panel recibían pagos como ponentes o financiación para sus estudios de una larga lista de laboratorios, y uno de ellos declaró tener lazos financieros con 21 laboratorios. En la página web de los NIH donde se publica el informe JNC7, aparecen los conflictos de intereses de los expertos (http://www.nhlbi.nih.gov/guidelines/hypertension/disclose.htm).

"Los conflictos de intereses no implican necesariamente deshonestidad intelectual", manifiesta José Ramón Banegas, investigador de la hipertensión y profesor de Salud Pública de la Universidad Autónoma de Madrid. Él no cree que estos vínculos económicos hayan condicionado el contenido del informe. Pero otros echan de menos la divulgación de las cantidades percibidas por los expertos, aduciendo que no es lo mismo cobrar 1.500 euros por una ponencia ocasional que 100.000 euros al año.

A pesar de la universalización de las directrices americanas, el concepto de prehipertensión no ha sido del todo aceptado en Europa, según Banegas. De hecho, según este experto, es probable que en el próximo informe JNC8, previsto para 2010, se recupere la idea de tensión normal alta.

Millones de prediabéticos La diabetes es otro ejemplo de cómo una definición determina el número de enfermos y consumidores de fármacos. La línea que define a los diabéticos estaba trazada hasta 1997 en 140 miligramos de glucosa por decilitro de sangre en ayunas, pero ese año la Asociación Americana de Diabetes (ADA) decidió rebajarla a 126, con los nuevos datos epidemiológicos.

Por debajo de este límite quedaba una franja de personas con la glucemia (glucosa en sangre) basal (en ayunas) alterada, con más riesgo ser diabéticos. Hasta 2003, la franja de la glucemia basal alterada era de 110 a 126, pero ese año la ADA rebajó el límite inferior a 100. A partir de entonces se habla ya de prediabéticos, según López García-Franco.

Esta definición aumentó el número de prediabéticos, pero su base científica ha sido puesta en entredicho porque "se basa en datos de un estudio realizado con una población de indios Pima, que tienen mayor predisposición genética a la diabetes", explica Alberto López. Sin embargo, "la prediabetes, según el estudio europeo Decode, realizado con varios cientos de miles personas, no es en sí misma una enfermedad, pues no se relaciona con un aumento del riesgo cardiovascular, sino tan sólo con un incremento del riesgo de desarrollar diabetes".

"El uso del término prediabético es malo porque parece que fuera la antesala de la diabetes. Y no es así", dice Alberto López.

La diabetes es, sin duda, un grave problema de salud. Afecta a 143 millones de personas en el mundo, acorta la vida en 10 años de media, y es la principal causa de ceguera, de amputaciones y de enfermedad renal. Todos los médicos coinciden en que hay que hacer todo lo posible por controlarla y prevenirla. En lo que ya no están de acuerdo es en si hay que prevenirla con fármacos o con cambios en el estilo de vida (ejercicio y dieta). La principal revisión de todos los estudios realizados sobre prevención de la diabetes, publicada en 2007 en el British Medical Journal (BMJ), concluyó que tanto el estilo de vida como los medicamentos ayudan a prevenir la enfermedad.

"Cambiar el estilo de vida es tan eficaz como los fármacos, es más económico y tiene otros muchos beneficios adicionales", destaca Pablo Alonso Coello, médico de familia vinculado al Centro Cochrane Iberoamericano, en el Hospital Sant Pau de Barcelona. Pero cuando las personas que toman fármacos dejan de tomarlos, empiezan a desarrollar diabetes al mismo ritmo que los que no los toman, añade. Alonso Coello destaca que "el tratamiento con fármacos conlleva el riesgo de medicalizar un problema abordable con cambios en el estilo de vida". Pero indica que la cuestión no está resuelta y que "hacen falta más estudios independientes".

El fantasma de la osteoporosis. La salud de la mujer de mediana edad es uno de los ámbitos más medicalizados. Para combatir los efectos de la menopausia, en la década de 1990 millones de mujeres se sometieron a la llamada terapia hormonal sustitutiva, un tratamiento que, como luego se demostró, muchas no necesitaban y ponía en riesgo su salud.

Ahora que las aguas de la terapia hormonal parecen haber vuelto a su cauce, el fantasma del miedo que atemoriza a estas mujeres se llama osteoporosis, una pérdida de masa ósea que aumenta el riesgo de fractura.

La línea que separa la osteoporosis de la normalidad se determina con una prueba que mide la densidad mineral ósea. La divisoria se ha fijado en -2,5 (desviaciones estándar de la normalidad), dejando una franja para la preosteoporosis (de -1 a -2,5). Sólo en España hay 2,5 millones de mujeres con osteoporosis. Pero hay muchas más con preosteoporosis (técnicamente se llama osteopenia): el 40% de las de 50 a 59 años, el 60% de las de 60 a 69, y el 80% de las de 70 a 79. El diagnóstico (con una densitometría ósea, que cuesta 30 euros) y el tratamiento de este problema de salud (400 euros por mujer y año) es uno de los principales gastos sanitarios. Y puede aumentar si se hace caso a las campañas que, sin rigor científico, sugieren ahora que tratar a las mujeres con preosteoporosis podría ser beneficioso para prevenir fracturas, como denunciaron Alonso, López y Moynihan en un artículo publicado en el BMJ el año pasado.

"Las farmacéuticas han patrocinado reuniones en las que se definía la osteoporosis, financiado estudios sobre los tratamientos y desarrollado importantes vínculos económicos con destacados investigadores", advertía Moynihan en 2002, en otro artículo del BMJ. El resultado es que muchos médicos creen que no hay que escatimar esfuerzos diagnósticos y terapéuticos para prevenir fracturas.

Alberto López recalca que el problema de las fracturas vertebrales y de cadera se concentra a partir de los 70 y 80 años, respectivamente. Y sostiene que no está justificado tratar a miles de mujeres durante 25 ó 30 años para evitar una fractura a los 80 años.

En 1974, Marc Lalonde, ministro de Salud y Bienestar de Canadá, presentó un informe que concluía que los estilos de vida eran más importantes que las intervenciones sanitarias para la salud de los canadienses, aunque la mayoría de los recursos se concentraban en la asistencia. El Informe Lalonde mostraba, entre otras cosas, que los estilos de vida pueden reducir la mortalidad prematura en un 50%, mientras que las tecnologías sanitarias representan un 11%, según explica Alberto López. Y añade: "Estos resultados siguen siendo vigentes".

Sin embargo, desde entonces la medicalización sigue ganando terreno. Alberto López pone como ejemplo la peligrosa tendencia a referirse a la persona sana como asintomática que observa en las reuniones médicas. Y reflexiona: "El mensaje es que esa persona no tiene síntomas simplemente porque no se le ha estudiado lo suficiente. La persona sana es una utopía, alguien a quien no se le han hecho suficientes pruebas médicas".

Más que patrocinadores
Las farmacéuticas patrocinan buena parte de la formación y de la investigación médica. ¿Lo hacen por amor al arte de curar? Igual que los fabricantes de neumáticos tienen interés en que se vendan más coches, las farmacéuticas tienen también un legítimo interés en que la línea que separa lo normal de lo patológico esté lo más próxima a la normalidad, como decía en 2002 en estas páginas Richard Smith, entonces director del BMJ y hoy director ejecutivo de UnitedHealth Europa.

"Como casi todo lo que ocurre en la asistencia médica, las ideas que tenemos sobre la enfermedad han sido moldeadas bajo la sombra de los gigantes farmacéuticos mundiales", sostiene Ray Moynihan. "La industria patrocina de forma continuada reuniones importantes de médicos donde se debate y actualiza la definición de las enfermedades".

¿Son conscientes los médicos del problema de la medicalización y la mercantilización de la enfermedad? "Creo que cada vez hay más médicos concienciados, pero hay una gran necesidad de una mayor conciencia por parte de las autoridades gubernamentales. Tratar a gente sana con fármacos no exentos de riesgos y caros, si realmente no los necesitan, es un gran problema de salud pública", responde Moynihan.

En opinión de Pablo Alonso, "cada vez hay una mayor masa crítica y hay más médicos escépticos". Sin embargo, añade Moynihan, "todavía hay demasiados médicos profundamente enredados con los laboratorios y en ciertas áreas se está yendo a peor. No está claro qué pasará en los próximos años".

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Cabezalcubo
Jorge Moch
tumbaburros@yahoo.com

La cloaca que no vemos

Pasa que la televisión es cómplice de abusos que enfurecen a cualquiera. Pasa que el mayor de sus pecados sería el de omisión porque desinforma, tuerce, aprovecha el fanatismo religioso, que es a su vez fuente y fruto del indolente colectivo y la ignorancia de muchísimos mexicanos, para apuntalar un andamiaje social cruzado de ambivalencias indignas, discursos donde brincan alegres las palabras progreso, civilidad o valores morales (cristianos, se entiende, que se estrechan en una preceptiva tradicionalmente agostada por su característica intolerancia) y una sobrante sarta de paparruchas. Pero suele callar hechos y nombres de quienes cometen injusticias o se benefician de ellas cuando pertenecen al clero. Gran número de infamias se amontonan en el olvido porque los dueños de las televisoras mexicanas son incondicionales al clero. El clero tiene más fuero que los militares. Ambos abusan y la tele calla. Cuando no callan, los teleperiodistas son expulsados del medio, silenciados, viene la mordaza. Alguien niega ampulosamente lo que pasa y termina por no pasar nada.

La Iglesia católica en México ha cometido crímenes sin castigo que van desde cuando reinaba el terror de la Inquisición, que era todo menos santa, hasta modernas, jugosas estafas: allí sumergido, dicen que hasta la gorda papada, el obispado de Ecatepec, o como cierto párroco tapatío de apellido Barba que desapareció, dicen, con varios millones antes de que el subnormal gobernador de Jalisco, Emilio Márquez, decidiera que el erario público pusiera más dinero para ese oprobio histórico que es el templo de los mártires cristeros, parnaso de una cáfila de reaccionarios que azuzaron a la chusma fanatizada y se dedicaron felizmente a desorejar maestros, o como las fechorías sexuales del ya extinto (e impune) Marcial Maciel y sus secuaces legionarios, saga criminal vastamente documentada por Sanjuana Martínez. Allí, sin tener que rebuscar mucho en la mierda, la protección denunciada hasta el internacional hartazgo que da el arzobispo Norberto Rivera a un cura de apellido Aguilar, acusado de violar niños; allí otros muchos casos similares, despreciables, calificados por buena parte de la feligresía ciega como mala leche, aunque se le muestren pruebas y testimonios. Y la tele siempre, claro, solapadamente, claro, con disimulos de buena cortesana, claro, de parte del clero, claro.


Un caso reciente y veracruzano: pasa que una camioneta lujosa circula a exceso de velocidad por las calles céntricas de un pueblo apacible y rodeado de verdores que se llama Huatusco. Pasa que esa camioneta la conduce un gordo con fama de déspota, un gordo sobre el que ya alguna vez pesaron acusaciones graves, como la protección a un cura estuprador o el fraude. Pasa que el gordo pierde el control y se lleva entre las pezuñas un poste de luz, un automóvil y luego se sube a la banqueta para terminar arrollando a siete personas, casi todas mujeres, un par de niños entre ellos. Rompe caras, cabezas, brazos, pelvis. Una anciana es asesinada por el gordo. El impacto le revienta allí mismo el cráneo y le arranca una pierna al arrastrarla varios metros. El gordo dice que perdió el control por un desmayo de diabético, que repite cuando baja de la camioneta y mira lo que hizo. Una testigo afirma que el gordo balbucea, que apesta a alcohol, ahogado de borracho, pero nadie quiere oírla. En la historia personal del gordo flotan lejanas acusaciones de borrachín. Pasa que la muerta, Reyna Marchena, fue una mujer muy humilde. Vendía chiles. Pasa que pesa más el gordo cabrón: pasa que el gordo es un señor obispo católico, de la cercana ciudad de Córdoba, que se llama Eduardo Porfirio Patiño Leal, y que no se le hizo prueba de alcoholemia a pesar de los síntomas. Pasa que los mismos agraviados, “pobre señor obispo”, no presentan cargos. Pasa que el ministerio público se hace de la vista gorda. Pasa que otros funcionarios del gobierno veracruzano exculpan al gordo a priori, quien sale libre con una fianza para aparecer luego con brazuelo en cabestrillo, pidiendo perdón y que oremos todos por la paz. Pasa que no pasa nada. Que la nota apenas alcanzó a asomar la cabeza en la tele. Que los jodidos siguen y seguirán jodidos. Que el gordo cabrón no tarda en estrenar otra camioneta. Que un fraude se persigue de oficio pero lo que hizo este infeliz no. Que nada de esto va a pasar ya en la tele, porque la ve demasiada gente. Pasa que podéis ir en paz, que la misa ha terminado. Que es por los siglos de los siglos. Que amén.

La Jornada Semanal — 6 de septiembre de 2009




Un dilema entre la calidad de la obra y la conducta vil
Los escritores y el nazismo
Marcos Aguinis
LA NACION

La democrática y bella Noruega, por medio de una decisión real (o de los asesores del rey Harald V y su esposa, Sonia), se ha metido en un innecesario problema: celebrar a un escritor nazi. La excusa se basa en que cabe diferenciar entre la calidad de una obra y la vileza de una conducta. Un criminal puede ser también un buen artista, y los ejemplos sobran. Knut Hamsun fue un novelista noruego que ganó el Premio Nobel en 1920. Adquirió fama por dos obras escritas mucho antes: Hambre (1890) y Pan (1894).
Como en todos los asuntos humanos, la cuestión no se reduce a blanco y negro. Por eso cautiva reflexionar sobre los matices. Ahora se cumplen 150 años de su nacimiento, un número redondo que estimularía a hacer algo. Pero ¿es suficiente para organizarle un exclusivo museo, desplegar intensos programas de actividades, usar fanfarrias y dedicarle todo el año? En Hamaroy, al norte del círculo polar, será habilitado el Centro Hamsun, con una espectacular torre diseñada por Holl, porque allí vivió el escritor algún tiempo. También la localidad de Grimstad, en el sur de Noruega, le rendirá honores con una plaza con su nombre y otro monumento. Llama la atención que esto ocurra mientras Noruega preside, desde marzo de 2009, la task force de veintisiete naciones dedicadas a la Cooperación Internacional para el recuerdo y la educación sobre el Holocausto.
Knut Hamsun no fue un nazi cualquiera. Defendió con entusiasmo el nacionalsocialismo, estuvo feliz con la invasión germana de 1940, apoyó al gobierno de Quisling (nombre que en Noruega se ha convertido en sinónimo de traidor) y contribuyó a la deportación de judíos hacia los campos de la muerte. Para que no quedaran dudas sobre su ideología, en 1943 le regaló personalmente a Joseph Goebbels su medalla del Premio Nobel. No conforme aún, terminada la guerra y conocidas sus atrocidades, escribió un elogio a Hitler, calificándolo de "luchador por la humanidad y el derecho para todas las naciones". Hasta su muerte, en 1952, nunca se arrepintió de cuanto hizo.
Vidkun Quisling fue juzgado como traidor a la patria y fusilado en un cuartel. Hamsun casi corrió el mismo destino, porque también lo degradaron a traidor de la patria, pero sin aplicarle la pena de muerte. Es curioso que esa sentencia haya sido firmada en los tribunales de Grimstad, la misma ciudad en cuya plaza ahora se le erige un monumento.
El presidente de la noble Fundación Internacional, Raoul Wallenberg, escribió una carta muy dura a la reina Sonia, quien auspicia estos tributos, y a su hija, elevada a "patrona" de los fastos. "Hubo muchos genios nazis; pero no sé de ninguno que reciba homenajes de jefes de Estado", le dijo, entre otras puntualizaciones.
El pueblo noruego ha respondido con perplejidad e indignación a estas efemérides. Entre sus protestas, ha resuelto "decorar" los monumentos a Hamsun con banderas que portan la sangrienta esvástica. Quieren expresar que no han perdido la memoria, como les está ocurriendo a quienes reinan y gobiernan.
Tal vez se opine que Noruega no puede dejar de honrar a un premio Nobel de Literatura. Pero ese país tuvo dos más: el poeta Bjomstjeme Bjornson, en 1903, y la extraordinaria prosista e historiadora Sigfrid Undset, que lo ganó en 1928.
Sigfrid Undset fue la brillante contracara de Hamsun. Aunque nació en Dinamarca, asumió desde joven la nacionalidad noruega. En 1924, se convirtió al catolicismo y profesó como dominica laica. Su repugnancia al nazismo determinó que huyera a los Estados Unidos en 1940, cuando los alemanes invadieron su país. Pero retornó apenas concluyó la guerra. Su obra más destacada es una espléndida trilogía sobre la Escandinavia medieval, titulada Kristin Lavansdatter . Sus tres volúmenes fueron publicados entre 1920 y 1922. Mantienen una prodigiosa frescura. Es el retrato conmovedor de una mujer, desde su nacimiento hasta su muerte. Luego publicó otras novelas. Se destacó por sus audacias modernistas, que incluían el fluir de la conciencia entre otras técnicas. Traducida a decenas de lenguas y estudiada por críticos de varios continentes, Sigfrid Undset fue un paradigma de integridad moral asociada a una caudalosa inspiración literaria.
Otros autores marcharon por sendas intermedias. Las listas de autores nazis, antinazis y neutros son extensas, interminables. Muchos fueron asesinados, otros prefirieron el suicidio, algunos pudieron sobrevivir. Queman los nombres de Stefan Zweig, Walter Benjamin, Ana Frank, Emil Ludwig, Lion Feutschwanger, Imre Kertész, Primo Levi, Bertold Brecht, Iréne Némirovsky, Elías Canetti, Hermann Broch, Alfred Döblin, Thomas y Heinrich Mann, Nelly Sachs, Jorge Semprún, Gershom Scholem, Robert Musil, Joseph Roth. Fueron antinazis firmes que pagaron cara su resistencia.
Como un caso extraño, para no perder los matices -tal cual propuse al comienzo de este artículo-, opto por evocar otra figura poderosa y emblemática: Ernst Jünger. No fue escandinavo como Hamsun, sino alemán. Esto lo hace más interesante. Nació en un mítico centro de la cultura: Heidelberg. Desde joven lo atrajo un amor fanático por la naturaleza asociado al nacionalismo, rara conjunción que adelantaba su futuro lleno de peripecias. A los 18 años se alistó en la Legión Extranjera de Francia y luchó en Africa. Después tuvo una activa participación en la Primera Guerra Mundial, fue condecorado y, a los 25 años, publicó Tempestades de acero , donde describe las experiencias interiores durante los combates. Esa obra lo lanzó a la fama.
Mientras Hitler avanzaba hacia la toma del poder absoluto, Jünger formó parte de una compleja corriente político-cultural llamada Konservative Revolution, integrada por autores como Karl Smitt y Oswald Spengler. Rechazaban el liberalismo y se mofaban de la democracia. Jünger publicó algunos libros que aumentaron su prestigio: La guerra como experiencia interior , Movilización general y El trabajador .
Era incomprensible, sin embargo, que rechazara el antisemitismo, lo cual le empezó a generar problemas. Por esa misma razón tuvo el coraje de no aceptar el ingreso a la Academia Alemana de Poesía, que la Gestapo había purgado semanas antes. No huyó de su país ni los nazis se atrevieron a tocarlo. Hasta cometió la insolencia de pedir, en 1934, que el gobierno dejase de manipular sus escritos; se negó a ocupar un asiento en el Reichstag y publicó un incendiario texto contra el racismo. Era un dolor de cabeza al que no se podía liquidar fácilmente.
Fue obligado a participar en la Segunda Guerra Mundial y lo enviaron a París durante la ocupación. Allí frecuentó salones literarios y lugares donde se fumaba opio. Se vinculó con militares que tramaban asesinar a Hitler y, secretamente, salvó la vida de muchos judíos. Por esa época anotó en su diario: "El uniforme, las condecoraciones y el brillo de las armas que tanto he amado ahora me producen repugnancia". En 1942 fue enviado al frente ruso y, en 1944, tras el fallido atentado contra Hitler (a quien en sus escritos llamaba Kniebolo), en el que participó secretamente, dimitió de su puesto en el ejército. Estuvo a punto de ser ejecutado.
Durante la posguerra hubo versiones contradictorias sobre su pasado y le prohibieron publicar hasta 1949. Pese a ello consiguió sacar a luz, en Amsterdam, Der Friede ( La paz , 1946), Atlantische Fahrt ( Viaje atlántico , 1947) y Aus der G oldenen Muschel ( La ostra de oro , 1948).
En los años 50 entabló amistad con Albert Hofmann, creador del LSD, y varios de sus libros versaron, en forma directa o indirecta, acerca de la experiencia psicodélica. Sus publicaciones coincidieron con las de Aldous Huxley.
Jünger acuñó la palabra "psiconautas" y expuso en varias obras sus experiencias con diversos tipos de elementos. Recibió el Premio Goethe en 1982, el mismo que se había otorgado a Sigmund Freud. Uno de sus últimos textos es Die Schere ( La tijera ), publicado en 1989, cuando contaba con 95 años de edad. De gran valor histórico y literario son sus diarios de la Segunda Guerra Mundial, Radiaciones , considerados la mayor contribución a la literatura alemana en el siglo XX. Murió el 17 de febrero de 1998, a dos semanas de cumplir 103 años de edad. Pocos meses antes, se había convertido a la fe católica.
Hamsun, Undset y Jünger forman un curioso triángulo rociado por los venenos del nazismo. Ellos encabezan columnas de creadores que marcharon por rutas parecidas a las de sus modelos. Pero a la indigna columna de Hamsun pertenecen los Martin Heidegger, Ferdinand Céline y otros grandes encéfalos con la sensibilidad podrida por la alienación.
La reina de Noruega aseguró -ante el aluvión de críticas internacionales- que los homenajes al nazi Knut Hamsun serán acompañados por una profunda enseñanza contra el totalitarismo y la discriminación, enseñanza que le hubiera hecho falta a ese fascista criminal y traidor, cuyo máximo mérito actual para tantas reverencias es haber nacido hace un siglo y medio.


Sigue la desigualdad de géneros
Mujer excluida... ¡qué desperdicio!
Marcos Aguinis
LA NACION
Viernes 7 de agosto de 2009

La igualdad de géneros, que reconoce al sexo femenino todos los derechos, incluido el placer, todavía es mezquina. Sólo se ha impuesto en los países desarrollados. Los demás, por el contrario, aún se empeñan en mantener su atraso -y varias salvajadas, como la amputación del clítoris- con la impunidad que les brinda un multiculturalismo distorsionado y cómplice que, para colmo, fue inventado por la mala conciencia de Occidente.
La opresión misógina prosigue como si nada en vastas regiones del planeta. Los organismos internacionales y las ONG dedicadas al tema aún no logran triunfos considerables. El patriarcado duró milenios y no quiere ceder su cetro. Es fácil percibir cómo se agitan las aguas cuando la mujer oprimida consigue ser tratada con dignidad. Los que entonces suelen perder la dignidad son los varones. En los últimos años, aumentaron las patologías sexuales de los hombres, a la inversa de lo que sucedía hasta hace poco, cuando la culpa por cualquier trastorno siempre recaía sobre la mujer.
Algunas especulaciones antropológicas, sumadas a leyendas fantásticas como las amazonas y valquirias, hicieron sospechar que la humanidad empezó con el matriarcado. ¿Quién sabe? La Biblia aporta datos sobre el papel de la mujer en el pasado remoto. Tanto que el crítico Harold Bloom especula con que vastas porciones fueron redactadas por una mano femenina en las cortes del rey David o el rey Salomón. Bloom apoya su tesis en la sensibilidad, agudeza psicológica e interés por los conflictos familiares que, sin duda, calzan mejor en una cabeza femenina. La obra de Bloom, escrita en colaboración con David Rosenberg, se llama El libro de J .
Además de las cuatro matriarcas, la Biblia enfoca a otras mujeres notables, como Miriam, hermana de Moisés, la jueza Débora, Noemí y su nuera, Ruth. También se refiere a reinas, como la de Saba, y, más adelante, a la bellísima Esther. No falta una heroína de coraje extremo, como Judith. Pero el protagonismo femenino en el antiguo Israel no conquistó el mundo con la misma fuerza que otras de sus contribuciones. Pese a que el pueblo judío fue el primero en abolir el analfabetismo de los varones -¡cinco siglos antes de la era cristiana!- mediante la instauración del Bar Mitzvá, ese colosal progreso tampoco se extendió a las mujeres. Prevalecía el patriarcado, y aún continúa su rigor entre los ultraortodoxos, aunque morigerado por racionalizaciones de un complicado encaje, idéntico al que utilizan otros fundamentalismos.
El papel dominante por parte de las hembras se da en algunos animales. Por ejemplo, la reina de las abejas, las arañas y, en grado mayúsculo, en un insecto llamado mantis religiosa, porque el macho no puede copular mientras tiene la cabeza unida al cuerpo. Es notable que se haya agregado a su nombre la palabra "religiosa", porque, aunque provenga de la forma en que une sus patas delanteras como en actitud de rezo, en una asociación libre se puede vincular la fe con la veda del placer. La desgracia de ese insecto en su versión macho es que debe resignarse a que la hembra le arranque la cabeza antes de gozar. ¿No heredaron algunos hombres algo parecido?
Una excepción a la marginalidad de las mujeres se dio en la fabulosa Alejandría, donde vivió, enseñó y fue sacrificada la científica Hypatia. Su historia conmueve. Enseñó que la hembra no debe padecer menoscabo de sus derechos, ya que no es inferior al hombre en nada; menos aún en la inteligencia.
Hypatia nació en el año 370 después de Cristo. Se agitaban por entonces las disputas, pese a haberse consagrado el cristianismo como religión oficial (o por esa causa). Las polémicas no se limitaban a discusiones teológicas, sino que desembocaban en combates callejeros. Quedaban aún reductos paganos, mientras llameaban tendencias encontradas, después del Concilio de Nicea. En Alejandría predicaba el obispo Teófilo, enemigo del arrebatado Juan Crisóstomo, jefe de la iglesia de Antioquía. Representaban liderazgos que se disputaban el poder a dentelladas. La iglesia egipcia acabó por separarse y fundó la denominación copta, con un lenguaje específico que combinaba el egipcio demótico vulgarmente hablado con el griego. Los coptos se consideraban -se siguen considerando- los verdaderos descendientes de la antigua civilización que brilló bajo el mando de los faraones y que, además, fue una de las primeras comunidades cristianas del mundo.
La importancia de las ciencias ya había entrado en crisis, pero Alejandría seguía manteniéndose como excepción. Hypatia influyó mucho. Su padre había sido el célebre matemático y astrónomo Teón, que daba clases en la Biblioteca del Serapeo, sucesora de la legendaria Gran Biblioteca, que había desaparecido en el incendio del año 48 a.C.
Hypatia aprendió la historia de diferentes religiones, se interiorizó en el pensamiento de muchos filósofos y profundizó los principios de la didáctica. Visitó Atenas y Roma. Su hogar se convirtió en una academia a la que concurrían estudiantes de tres continentes, atraídos por la fama y la belleza de esta mujer. Uno de sus alumnos fue Sinesio de Cirene, obispo de Ptolemaida, rico y con poder político. Este personaje dejó escrita una vasta información sobre sus enseñanzas. Por medio de Sinesio pudieron llegar a conocerse los libros de Hypatia, aunque ningún original pudo ser conservado. Otro alumno, Hesiquio el Hebreo, redactó obras en las que también hace una descripción de sus actividades y asegura que los magistrados acudían a Hypatia para consultarla sobre asuntos de la administración. Ella se interesaba también por la mecánica e inventó un aparato para destilar el agua, un hidrómetro para medir la densidad de los líquidos y un artefacto para medir su nivel.
Pero seguía siendo pagana. Muchos pensadores y científicos se convertían para salvarse. Ella aún no estaba segura. Amigos como Orestes, un prefecto romano y alumno, le rogaron que se mudara a otra ciudad.
En el año 412, el obispo Cirilo fue nombrado patriarca. Inició su gestión con una advertencia: no consentiría ninguna manifestación de paganismo. Los historiadores coinciden en responsabilizar a este hombre por el asesinato de Hypatia. La odiaba, temía y admiraba, todo a la vez. Dijo que no era aceptable que una hembra se dedicase a las ciencias y, menos aún, a ciencias difíciles. Su caso prefiguró a la maravillosa mexicana sor Juana Inés de la Cruz.
En marzo del año 415 Hypatia fue atacada por un grupo de monjes. Los hechos fueron recogidos por el obispo Juan de Nikio, pero no para reivindicarla. En su texto justificó también la masacre que en aquel año se realizó contra los judíos. Había que limpiar toda oposición, real o fantaseada. Narró cómo un grupo de fanáticos se dirigió a su casa, cómo la persiguieron a la carrera por diversos aposentos, la atraparon, golpearon, desnudaron y arrastraron por la ciudad hasta llegar a un templo llamado Cesáreo. Allí prosiguieron con la tortura, cortándole la piel y extremidades con caracolas afiladas, hasta que murió sobre charcos de sangre. Pelaron la carne de sus huesos, que después fueron quebrados. A continuación, en medio de una impunidad absoluta, llevaron sus restos a un barrio llamado Cinaron. Arrojaron la carne a los perros y los huesos rotos a una hoguera.
El espantado prefecto Orestes informó a sus superiores sobre esta atrocidad y pidió una investigación. Pero por "falta de testigos" la pesquisa se fue retrasando, hasta que las autoridades religiosas aseguraron que Hypatia estaba viva y habitaba en Atenas. Orestes tuvo que huir.
Lo cierto es que con la muerte de esa mujer se apagó el pensamiento, no sólo en Alejandría, sino en el resto del Imperio. El interés por las ciencias fue debilitándose y el mundo entró en una dilatada penumbra. El rescoldo de la ciencia pudo mantener sus brasas en los laberintos de Bizancio y numerosos conventos. Durante el siglo VIII, esas brasas volvieron a recuperar su lozanía y, lentamente, cuando el islam completó sus conquistas, permitió que mentes ilustradas de tres culturas tuvieran acceso al tesoro que la ignorancia y el fanatismo pretendieron sepultar.
Es obvio que la discriminación contra la mujer viene desde antiguo, que se arraigó en todas las civilizaciones y adquirió su estatuto legal por medio de textos sagrados y profanos. Algunas disposiciones, consignas, consejos y leyes producen risa; otras, sorpresa. Todas, horror.
Como botón de muestra, basta recordar que unos mil setecientos años antes de Cristo fue establecido el Código de Hammurabi, nada menos. Ese Código fue un gran progreso en muchos sentidos y es el antecedente de los Diez Mandamientos. Pero afirma que si una mujer tiene una conducta desordenada y deja de cumplir con sus obligaciones, el marido puede someterla y esclavizarla. Esa condena podía incrementarse mediante su entrega como mercadería a un acreedor.
Zaratustra -teólogo de nebulosa biografía, pero gran resonancia- también dejó algunas perlas. Se calcula que vivió siete siglos antes de la era cristiana. Entre sus recomendaciones figuraba que la mujer adorase al hombre como a un dios. Cada mañana debía arrodillarse nueve veces consecutivas a los pies del marido y, con los brazos cruzados, preguntarle: "Señor, ¿qué deseáis que haga?".
En la antigua India se difundieron las Sagradas Leyes de Manu. Sostienen que, aunque la conducta del marido sea censurable o aunque se entregue a otros amores, la mujer virtuosa debe brindarle reverencia. Durante la infancia, una mujer depende de su padre; al casarse, de su marido; si éste muriera, de sus hijos, y si no los tuviera, de su soberano. Una mujer nunca puede gobernarse a sí misma.
Es interesante cómo a lo ancho de la Tierra, en diferentes culturas y religiones, prevalecieron conceptos análogos hasta hace poco, y siguen vigentes en muchas partes. El lúcido Aristóteles, que, entre otras aberraciones, consideraba aceptable la esclavitud, escribió que la naturaleza sólo hace mujeres cuando no puede hacer hombres. Por lo tanto, la mujer es un hombre inferior.
Lutero, que tuvo la osadía de rebelarse contra aspectos corruptos de la Iglesia terrenal, también cometió varias groserías. Entre ellas, decir que el peor adorno que puede anhelar una mujer es ser sabia. ¡Pobre Hypatia, entonces! ¡Pobre Juana Inés de la Cruz!
Por esa época, el rey Enrique VIII, que inauguró la Iglesia anglicana por sus caprichos con sucesivas mujeres, afirmó que los niños, los idiotas, los lunáticos y las mujeres no tienen capacidad para los negocios. Como castigo de la Historia a tamaño disparate, fue sucedido en el trono por dos hijas: María y Elizabeth. Esta última se convirtió en la soberana más trascendental de Inglaterra. Siglos después llegó otra mujer al trono, Victoria, que batió récords de permanencia. Tenía habilidad para designar ministros y hacer redituables negocios. Ahora dura muchísimo la cuarta reina.
En el siglo XIV, circulaba por Francia Le Ménagier de Paris , un tratado sobre moral y costumbres, que decía: "Cuando un hombre fuera reprendido en público por una mujer, tendrá derecho a golpearla con el puño o el pie y romperle la nariz, para que así, desfigurada y avergonzada, no se deje ver".
En el culto siglo XVIII, se estableció en Inglaterra que todas las mujeres que sedujeran mediante el uso de perfumes, pinturas, dientes postizos, pelucas y rellenos en cadera y pechos incurrían en delito de lujuria y su casamiento quedaba automáticamente anulado. (¡Cuántos se anularían hoy!)

1 comentario:

  1. OPINION 7 ARTICULOS
    Mi opinión es de que estos artículos nos hablan de los problemas de una sociedad acostumbrada vivir con ellos, pero que desgraciadamente no sabemos el problema que estamos construyendo al no solucionarlos, estos problemas son algo comunes a nivel mundial, como el estar acabándonos el agua, la salud, la religión y la educación, los problemas se vienen acarreando desde hace mucho tiempo pero el hombre no le toma importancia hasta en que en verdad ve que esto es serio , ejemplo el agua , la mayoría de nosotros hacemos muy mal uso del agua pero que decíamos “ el agua nunca se acabara” ahorita es un problema serio ya esta a punto de terminarse este liquido vital, pero que desgraciadamente nosotros no la acabamos
    La educación es muy importante para solucionar este tipo de problemas pero no tenemos la solución suficiente para afrontarlos y los mexicanos tenemos un sistema de educación bastante mediocre , y por lo mismo se originan este tipo de problemas , pero una causa de este tipo de problemas son los medios de comunicación ellos son los que nos “gobiernan” por que todo lo que dicen le hacemos caso, el caso de los medicamentos que con el plan de conseguir una economía buena para las empresas farmacéuticas son capaces de todo y eso con ayuda de los medios y algunos doctores que nada mas ven su bienestar y no ven el problema que causan a la sociedad,
    La discriminación aunque no lo creamos sigue habiendo en este nuevo siglo se supone que este tema es de hace muchos años que ya estaba borrado, pero sigue habiendo casos donde gente “ignorante” sigue discriminando a la mujer pero ante estos problemas la mujer ha sabido salir adelante y a tomado un papel importantísimo en esta sociedad.
    Por que nos dejaron leer estos problemas?
    Yo pienso que el profesor nos dejo leer estos artículos fue para que nos informáramos mas sobre los problemas que vivimos en el presente y viviremos en un futuro si no es que actuamos de forma rápida , si no esto se va haciendo mas grande el problema y que nos afecta, al informarnos de estos temas pues nosotros como jóvenes podemos ser parte importante de la solución nosotros somos el futuro y pues aunque somos muchos los que debemos tomar parte de la solución empecemos nosotros mismos a ver que es lo que estamos haciendo mal para erradicar aunque sea mínimo los problemas. Engtonces al leer estos artículos son de gran ayuda para nuestro futuro como ser humano y como sociedad.
    ERNESTO RODARTE

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